
Los propietarios han vivido durante años en una casa de campo bastante deteriorada que había en el lugar. Conocían muy bien el paisaje local y este conocimiento fue de gran ayuda para los diseñadores del proyecto. El mayor reto, con diferencia, fue asegurarse de que pudieran disfrutar de las impresionantes vistas al mar y a la playa. Por eso se decidió acristalar casi por completo las fachadas sur y norte de la casa.


























El clima local influyó en la elección de los materiales de construcción y decoración. Sobre todo, el edificio tenía que ser resistente a los vientos salinos que pueden ser muy fuertes en esta parte de la costa. El diseño debía integrarse en el carácter arquitectónico de la zona sin chocar con la riqueza del paisaje circundante.
Los autores del proyecto han dejado que un tono neutro domine tanto la decoración exterior como la interior, dejándolas al poder de la luz del sol, el mejor decorador de todos los tiempos.
Foto: Sharrin Rees.