
Como viene siendo habitual en los últimos años, la fachada que da a la calle y al aparcamiento parece más bien un monolito.
Pero la pared trasera de la casa es un enorme acristalamiento panorámico, que permite admirar la belleza del jardín, el delicado azul de la piscina y la superficie del río desde varias estancias a la vez: el comedor, el salón y la cocina, que no tienen tabiques interiores. Están separadas sólo visualmente, con muebles inteligentemente colocados y algunos paneles negros brillantes con iluminación original.
En lugar de pesadas cortinas, las ventanas se han equipado con largas cortinas translúcidas diseñadas para realzar visualmente las ya de por sí amplias estancias.


La primera planta, donde se encuentran los dormitorios, los baños y la sala de música, tiene una vista más privada pero está rodeada por una gran terraza que ofrece vistas aún más espectaculares no sólo del patio, sino de la ciudad más allá.
Gracias a su exclusivo sistema de iluminación, la mansión resplandece al atardecer contra el cielo azul que se oscurece rápidamente, casi fundiéndose con el agua. Mención especial merece el trabajo de los paisajistas que crearon las sorprendentes composiciones vegetales que rodean el perímetro de la villa.


Un proyecto como éste podría considerarse el epítome de la comodidad, el lujo y la belleza, y un ejemplo de arte arquitectónico moderno que combina maravillosamente sencillez y elegancia, austeridad y elegancia.