





En el interior, la luz entra a raudales por los grandes ventanales. Las habitaciones blancas como la nieve recuerdan lo austero y apagado del lugar, pero enseguida llevan al huésped a una magnífica terraza exterior y le sientan en una mesa de té para admirar la belleza del entorno. A través de la ventana de la casa se puede admirar el paisaje desde la colina en la que está construida. El cielo azul claro y el bosque verde esmeralda forman un cuadro que te sumerge en un estado de dichosa tranquilidad.



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