
Para los norteños, un aroma tan embriagador puede resultar exótico. Los que viven en latitudes meridionales no encuentran este mismo olor intrusivo e intentan aprovechar al máximo las propiedades únicas y beneficiosas de este arbusto de hoja perenne. Sus cualidades se reflejan en su nombre.

Desde tiempos inmemoriales, esta flor ha sido considerada sagrada y venerada. La Iglesia Católica utilizaba la lavanda para exorcizar al diablo y ahuyentar a las brujas. Por eso se ha convertido en un atributo indispensable de la ordenación sacerdotal. Los más supersticiosos llevaban cruces corporales hechas con cogollos secos.
