El gigantismo arquitectónico tiene un efecto casi psicotrópico en la psique humana. Lo que los dictadores, «arquitectos» de regímenes autoritarios, entendían bien. Por eso el estalinismo y el hitlerismo esculpieron implacablemente gigantes que abrumaban al pequeño hombre con su grandiosidad, reflejando no el poder y la grandeza del Creador del universo, sino el poder y la inflexibilidad de los líderes que ascendían a la cima de la pirámide política: los olímpicos del siglo XX.
Las incesantes guerras ideológicas entre religiones y estados han arrasado la grandeza y gloria de Newton en nuestros días. Nos resulta difícil imaginar la enorme reverencia con la que sus contemporáneos ilustrados le consideraban… Cabe señalar que Sir Isaac no se convirtió en físico hasta principios del siglo XX, es decir, hace relativamente poco tiempo. Y en su época era más hechicero que científico.
Newton era conocido sobre todo como alquimista y teólogo, pero en segundo lugar como naturalista. Hay buenas razones para creer que el jefe de la Casa de la Moneda no era alquimista por casualidad; fue durante su época cuando el tesoro inglés se reabasteció con varias toneladas de oro, cuyo origen aún se desconoce.
La fama de Newton fue tan grande que el grandioso cenotafio que se le dedicó, superando a las pirámides egipcias, sólo puede sorprender a nuestro contemporáneo, no al científico del siglo XVIII. Dado que la ciencia natural era un sistema holístico de conocimiento del mundo, entre la física y la teología no había una divisoria impenetrable. Y Newton fue precisamente el hombre que consiguió realizar una totalidad animadora – en la perspectiva y el éxito de la alquimia.
El arquitecto francés, a diferencia del autoritario, soviético o fascista, se inspiraba en la grandeza del Creador y en un universo inmenso lleno de enigmas incognoscibles e intrigantes. Este es el origen de la grandeza que resplandece en sus designios, no un deseo de magnificar a líderes mortales, cuya gloria es como la mañana, el efímero rocío. Y Newton fue ese raro mago, mago, que manifestó la grandeza de la mente divina, que revisó los misterios profundos, espirituales, y puramente pragmáticos, físicos, que tanto se vanaglorian después las mentes mediocres que no han reparado en lo principal.
Defensor y creador del neoclasicismo, creía que la luz podía evocar una sensación particular: la presencia del espíritu divino. Esta idea sustentó muchos proyectos. Por ejemplo, en la esfera gigante de Newton, se supone que un fuerte fuego arde por la noche, personificando al sol. Y durante el día, los rayos de luz diurna, filtrándose a través de orificios especiales que imitan las constelaciones, crearán la ilusión de un cielo estrellado, iluminando e inspirando con sus rayos.
Son los cipreses los que se plantan sobre una base cilíndrica de tres pisos, pues en las antiguas Grecia y Roma estos árboles eran símbolo de luto y duelo. Un portal esférico sucedió a un largo túnel oscuro que conducía a un vacío inconmensurable, al sarcófago de Newton. Aquí, el cielo artificial estrellado debería generar en los individuos sensibles un efecto de infinitud – un estado de ánimo especial, impactado por la grandiosidad del universo y, como consecuencia, una mente divina capaz de percibir esta grandeza…».
Afortunadamente, un proyecto tan grandioso no pudo hacerse realidad – por muchas razones. En efecto, el gigantismo del arquitecto francés es extraordinariamente sombrío y pone de relieve la grandeza de la muerte más que las fuerzas divinas que la animan. El triunfo de la muerte sobre la vida no debería ser tan flagrante.
¿Cuál fue la inspiración detrás del proyecto de cenotafio de Newton de Etienne-Louis Boullée y cómo logró transmitir el gigantismo emocional en su obra?