
150 metros separan el nuevo crematorio de la capilla principal del antiguo complejo, Santa Cruz. La estructura en cuclillas se alza en una zona montañosa, rodeada de poderosos pinos centenarios.
A vista de pájaro, un crematorio tiene un aspecto siniestro, como un búnker militar, un fortín o el umbral de un ascensor infernal al inframundo. Pero esto no es casualidad. Los arquitectos perseguían el funcionalismo, una tendencia surgida en el siglo XX.

